La costumbre
de nuestro movimiento en estos escritos semanales, es tratar temas ganaderos,
agrícolas, sectoriales y gremiales.
Esta semana
se publicó un video de Márquez desde Venezuela, que nos obliga a escribir
acerca de un tema que nos concierne a los colombianos por igual, sin importar
si estamos en los campos o las ciudades y eventualmente en el exterior.
La
transformación de quienes allí aparecen, que pasaron de ser guerrilleros que
habían olvidado su ideología, a convertirse en magnates de la droga y ahora, a
delincuentes que se juntan para incumplir lo firmado y peor aún, a incluir en
su extenso prontuario el de traición a la patria, pues no se puede definir de
otra manera, que se ocultaran en Venezuela, donde una oligarquía de izquierda,
martiriza al “bravo pueblo” y busca ofender a nuestros gobernantes, para
intentar que sus nacionales desvíen su atención, que hoy está completamente
concentrada en aliviar su hambre, su falta de salud y de trabajo. Todo esto
ofende a quienes estaban a favor del acuerdo de paz y a quienes votaron por el
no.
Afirma el
jefe de la banda, con voz trémula y meliflua, que su perorata se origina desde
el Inírida (al intentar verificar esta información, encontramos que habían sacado
el video de las redes) Nosotros creemos que es desde Venezuela, que junto con
Cuba son los únicos países donde son bien recibidos.
En lo que
intenta ser un mal programa de gobierno, habla de lo divino y lo humano,
menciona la equidad, el virtuosismo, da pinceladas de “poesía” revolucionaria,
se compromete con el medio ambiente, con no secuestrar, dice no al fracking,
hace un mal paralelo entre Bolívar y Santander, en fin, un discurso para el
olvido, por lo largo, lo poco concreto, por los compromisos que adquiere que
lamentablemente ya pocos le creen.
Las
conversaciones que, durante más de 6 años, se adelantaron en diferentes países,
no podemos enterrarlas, sencillamente porque fue un proceso donde todos los
colombianos nos involucramos emocional, filosófica, política y económicamente.
Entendemos que esa es la decisión del gobierno y la aplaudimos.
Casi 12,000
de los 13,000 combatientes, han cumplido. Por esa razón, habría tenido todo el
sentido que el presidente Duque, saliera al lado de Rodrigo Londoño, que es un
guerrillero que ha sido criticado, perseguido, vilipendiado por muchos y
continúa estoicamente cumpliendo su compromiso. Londoño está cumpliendo,
faltándole temas por cerrar, y por el bien del país necesitamos que continúe allí.
Desde
Demogan, queremos compartirles algunas reflexiones en torno a la paz: la paz,
no son solo unos acuerdos, la paz, estamos en la obligación de sentirla cada
uno de nosotros, de comprometernos con ella, paradójicamente creemos que pesa
más y exige más valor estar en paz, que estar en guerra. La guerra es sinónimo
de engaño, de odio, de crueldad, de enriquecimiento de unos pocos y la pobreza
de muchos. En la guerra como se ha demostrado, el más afectado es el campo, se
sostiene con negocios ilícitos, pues para mantenerse disparando, un ejército
irregular necesita secuestrar, promover la minería ilegal, tener cultivos
ilícitos, tener niños en sus filas, la dignidad de la mujer se pierde, no llega
la educación al campo, se revienta la infraestructura, el país se empobrece, se
destruyen familias, desplazamientos, los hospitales no dan abasto con los
heridos, los funerales se multiplican, la lágrimas también, se pierde la
imaginación en un país que ha tenido que vivir de sus canciones sus artistas,
sus plegarias.
La paz que
se firmó fue gracias al esfuerzo continuo de tres presidentes: Pastrana que
pudo recomponer nuestra imagen internacional y al ejercito; sea este el momento
de recordar al ministro de defensa de Pastrana, Rodrigo Lloreda. El presidente
Uribe recibió el legado de su antecesor y no lo dilapidó, sino que empezó un
proceso de mano dura, que dio resultados y que no es el momento de criticar.
Por último, el presidente Santos, a pesar de las críticas cerró el círculo,
firmó una paz frágil como han sido la mayoría, pues derrotar guerrillas,
históricamente ha resultado extremadamente difícil; no olvidemos el costo de
Vietnam que es probablemente la única guerra con contabilidad, que según el
secretario Kissinger, hasta 1972, había costado más de $370 mil millones de
dólares de la época.
Gracias a
los tres presidentes, que han tenido que sufrir críticas sin fin, críticas
entre ellos, críticas desde todas las esquinas del planeta. Creemos que, para
llegar a la paz sincera, los colombianos quisiéramos ver a los tres en un
estrecho abrazo, dando ejemplo de convivencia, sin más insultos, ni agresiones,
los tres bajo las órdenes del presidente Duque, dedicados a reconstruir el
país.
Si logramos
ese milagro, podríamos decir como Gironella: “Ha estallado la paz”, todos
tendrían la razón y el ego quedarían enterrado en el olvido.
Nos
reclamaran por ingenuos, nosotros les reclamaremos por absurdos.
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