Hoy cumple
su primer año de mandato Iván Duque. Existen comentarios de diferente índole,
unos pocos en pro, muchos en contra. Todos ellos polarizando el país.
Demogan por
principio, apoya diálogos, no enfrentamientos. Hemos mantenido siempre la línea
de aplaudir lo bueno, pedir explicaciones de aquello que no entendemos y
cuestionar respetuosamente aquello con lo que no estamos de acuerdo.
Creemos que
el enfrentamiento entre aquellos que son títeres de sus ambiciones, es gasolina
permanente para los que no entienden a cabalidad la democracia.
Nuestra
primera conclusión, es la mala educación que recibimos todos sin excepción, que
creemos de manera determinista, que nuestros extremos y nuestro chauvinismo,
quedan protegidos en la medida que prevalezcan las ideas de cada uno, así no
tengamos la razón.
Muchos con
tal de ganar discusiones recurren al engaño y nada les pasa; si logran prevalecer,
son felicitados, de lo contrario los señalan para resaltar su “debilidad”.
Nuestra
fascinación por las malas noticias es proverbial. Somos un país de católicos
autistas, incapaces de comunicar el perdón y la comprensión y en cambio sí, de
llevar a la inquisición a todo aquel que no concuerde con las ideas de quien
sea el líder del momento; sin duda, esa es herencia de la política de los siglos
XIX y XX, que promovió una masacre que superó los 300,000 muertos, donde todos
fuimos cómplices.
No se salva
ni la iglesia.
Nuestro
campo que debía ser el guardián de nuestra seguridad alimentaria, sirvió como
disculpa para aumentar las desigualdades. La tierra, dejo de ser patrimonio
para convertirse en botín de unos pocos. Desde luego, no hacemos diferencia
entre clase dirigente, guerrilla y paramilitares. Duro decirlo, pero inevitable
mencionarlo.
El segundo
gran conflicto que se mantiene pegado a nuestros corazones, es la incapacidad
de romper con los paradigmas que nos hacen daño. Nos negamos a evolucionar, en
cambio somos maestros de la involución.
Duque salió
electo de presidente y punto. No hay substitutos para la verdad. Quedó claro
que las mayorías eligieron a un presidente y una vicepresidenta. Si lo hacen
mal, pierde Colombia, si lo hacen bien ganamos todos.
¿Qué hacer
para poder aportar para que al gobierno le vaya bien? ¿Vale la pena pedir que el
gobierno escuche las voces de los ciudadanos y no de unos pocos? Pensamos que
sí, que es urgente hacerlo. Dialogar con todas las tendencias, que es lo
prometido siempre por todos los que aspiran al poder y que la mayoría, olvidan
cuando llegan.
Durante el
gobierno anterior, sugerimos un encuentro de ganaderos con el presidente y los
ministros que tuvieran que ver con el agro, lastimosamente no se dio.
Volvemos a
repetir la propuesta, sugerimos que, en la mesa principal, solo esté el gobierno,
eso asegura que se escuchen ideas plurales. La demostración palmaria que las
cosas no van bien, es que continuamos mal. Que, en el caso de la ganadería el
debate se centra en el manejo del Fondo de Ganado y la aftosa, no hablamos de
educación, de prediales, de productividad por hectárea, de amenazas
sanitarias, de créditos ágiles, etc.
El
presidente con algunos ministros, gremios e invitados fueron a la China. Nos
informan que es probable que se cierre un importante negocio de carne. Lo apoyamos,
pero antes creemos importante definir con mucho cuidado y escuchando a todas
las partes cómo afectará ese negocio, el consumo interno, también es necesario
definir las toneladas máximas con las que nos podemos comprometer, y desde
luego buscar maneras para que podamos exportar leche. Esos negocios si no
desequilibran la oferta ayudan a llevar paz al campo, de lo contrario una
oferta que no consulte la realidad, crearía sinsabores graves.
La magia de
este viaje, debe sustentarse en la manera cómo vamos a definir la forma de ser
interdependientes, las exportaciones no deberían solo favorecer a los ganaderos
sino al resto del empresariado.
La anterior
afirmación la hacemos, pues en Demogan, pensamos en términos de país no solo
del sector. Intentamos siempre decir la verdad, no la verdad de un partido, de
un grupo, de un caudillo; la verdad sin arandelas, sin ser políticamente
correctos. Sin ofensas, sin gritos ni pataletas, porque la verdad igual que la
paz, no necesita subir los decibeles, solo demostraciones simples que no
ofendan la contraparte.
Todos los
que suponen o si lo prefieren suponemos ser dirigentes, estamos en la
obligación de bajar el tono, dar discusiones que permitan llegar a la meta; esa
meta es sencilla, llegar a la paz en el campo, que nuestros finqueros puedan
trabajar sin amenazas, sin que se afecte su productividad por cuenta de
afirmaciones truculentas, que todos los días salen de mentes enardecidas que nos están llevando poco a poco al despeñadero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario