domingo, 11 de junio de 2017

Demogan Llorar sobre la leche derramada

Iniciamos este artículo con las reflexiones de nuestro director Benjamín Quiñonez Mera:
La posición y actuación  del Señor Alejandro Galvis en Santander botando un día ocho mil litros de leche fresca a un potrero, nos muestra es su postura personal propia de una persona soberbia e inconsciente del mundo en que vive. Independientemente de los problemas que tenemos ahora los ganaderos con todas las situaciones  de las fincas, también existe una responsabilidad social con la comunidad en la cual desarrollamos nuestros negocios. Hubiera sido más efectiva su protesta si regala a los muchos necesitados que deben existir en su departamento Santander con necesidades básicas insatisfechas y si más ansiosas por las necesidades que genera la pobreza, que el malestar y la rabia de una persona poderosa que  cree que porque tiene poder decisorio en su comunidad y dinero para botarlo es poseedor de la razón y sus actos encuentran justificación social y empresarial. Creo que la mayor parte de los ganaderos no comulgamos con sus acciones. Sí tenemos los ganaderos problemas, tal vez en proporción más graves que los que puede tener una persona rica que tiene su finca para tener que hacer o quien sabe por qué, pero que con sus actitudes muestra no  tener un compromiso como empresario del campo responsable del balance de su empresa y de la armonía que debe tener con la comunidad donde realiza su trabajo.  
No me siento representado por colegas como Galvis y lamento tan deplorable actitud que no se justifica en un país como el nuestro.
Esa no es la clase de ganaderos que necesitamos para tener una ganadería creciente y comprometida con nuestros esfuerzos y con la sociedad en la cual nos desarrollamos. 
Y dos videos que hablan por sí solos:
Y ahora el escrito de nuestro movimiento.
Circuló una nota de un importante lechero, exigiéndole al ministro de agricultura, que contestara a sus exigencias y de no hacerlo, llevaría su leche en sus carrotanques y la botaría enfrente de esa entidad.
La alternativa que esgrime el empresario nos deja perplejos; esa posibilidad no la tiene ningún campesino. Pagarle flete a una leche que se va a tirar al piso suena a exceso, entre otras cosas porque menciona que produce al día 8,000 litros, que son el equivalente a la producción diaria de entre 100 y 200 campesinos.
Desde luego que un productor tenga la capacidad de hablarle  o en este caso de escribirle al ministro, diciéndole la cruda verdad, es una posibilidad que pocos de los pequeños tienen.
Les confesamos que nosotros también hemos intentado hablar en muchas oportunidades con el alto funcionario y francamente se dificulta por su agenda tan apretada. De hecho, luego que en cada reunión sacara un cuaderno para tomar apuntes que nunca se convertían en realidades, en la última reunión que con él tuvimos, decidimos “bautizar” la dichosa libreta como el “cuaderno del olvido”
En Demogan respetamos a los grandes productores, pero desde luego nos preocupan mucho los pequeños que son los que no tienen voz. Es precisamente por esa razón, que  trabajamos en un esquema donde no quede el pequeño desamparado cuando hay excedentes. Para hacerlo, mantenemos un contacto permanente con la industria, donde de manera respetuosa pero firme y franca planteamos la necesidad de no dejar sin recoger leche aun en las peores enlechadas.
En alguna oportunidad Jenaro Pérez (Presidente de Colanta) afirmaba que el peor precio de la leche para el campesino es el de la leche que este no vende y se queda en la finca. Es por eso, que en Demogan abogamos por que la industria recoja el 100% del producido, entendiendo que en las épocas donde el país mucho produzca, se acopia toda, pagando un menor precio por el excedente, sobre el presupuesto presentado al inicio de la temporada o del año.
Muchos dirán que hacer presupuestos que anticipen estimados de producción en vacas es ingenuo. Hasta el momento la ganadería ha funcionado sin presupuestos, no dar siquiera el beneficio de la duda a esta nueva idea, es confirmar lo refractarios al cambio que somos. Pensar diferente nos convierte en proscritos de la sociedad, es consolidar el oscurantismo como única alternativa para la ganadería.
Copiar ideas de otros lugares del mundo es plausible. Para hacerlo es menester comparar condiciones como son: la genética, el clima, el suelo, los pastos, la educación, la infraestructura, la seguridad, la sanidad de nuestros hatos frente a la del país con quien nos comparamos y desde luego comparar las realidades económicas de los productores del país, con nuestros lecheros. En fin la lista se puede ampliar tanto como queramos y es probable que la variable a la que menos peso le damos, sea al final la que más afecte el resultado.
En alguna de las pocas reuniones que sostuvimos con el ministro actual, le sugerimos que hiciera reuniones con los campesinos, donde ellos tuvieran la oportunidad de compartirle sus preocupaciones durante una hora y que luego propusieran soluciones durante dos horas. La voz de los que no tienen voz no es fácil de ser sustituida, su sabiduría, no nace en los centros del conocimiento, que muchas veces se guía más por sus paradigmas que por sus meditaciones. la sabiduría del campo, florece en los prolongados silencios, en observar el ganado, en escuchar el ritmo al que crece la yerba. Desde luego esa propuesta quedó en el cuaderno del olvido y nunca se puso en práctica.
¿Cómo cambiar si siempre hacemos lo mismo? La discusión acerca del precio se repite sin que nadie proponga nada nuevo. Algunos ganaderos consideran que el único costo que tienen los industriales es el de la leche, olvidando que hay amortizaciones, costos de distribución, acopios, laboratorios, tratamientos de aguas residuales, empaque, en fin todo lo inherente a la industria. A su vez los industriales no pueden olvidar que los productores están expuestos a las vicisitudes del clima, las enfermedades, la inseguridad, las pocas o las muchas preñeces, el deterioro de su genética, la financiación mal concebida, el mito de las instituciones financieras que los campesinos son malas pagas (mito que en ocasiones puede no serlo) y otras muchas.
Nuestra propuesta insistimos, es caminar de la mano la industria y el productor, ninguna de las dos partes es concebible sin la otra ¿Qué hacemos peleando a cada instante? ¿Es productivo hacerlo?   ¿O acaso lo hacemos para curar nuestras frustraciones?

Amigos ganaderos e industriales, busquemos encuentros, no politicemos el agro, esa alternativa no ha resultado efectiva y en cambio sí nos aleja de las soluciones.      

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