domingo, 20 de junio de 2021

Demogan La Dificultad de la PAZ

 Los ganaderos estamos habidos de paz. 

Para un sector que ha sido golpeado por el olvido, el abandono, la falta de gremialidad y de liderazgo, tener que además lidiar con la falta de seguridad es imposible. Estamos a la defensiva, en lugar de estar creando posibilidades para el campo, produciendo, mejorando genética, actualizándonos, aumentando la producción de kilos de carne o litros de leche por hectárea.

Todos los días aparecen en el horizonte gentes honestas con idearios irrealizables. Es comprensible que eso suceda pues quienes deberían hacerlo, nada hacen.

Somos víctimas de nosotros mismos. Sufrimos de “trastorno victimista”, nunca nada es culpa nuestra: las guerrillas, el paramilitarismo, la corrupción, la liviandad, nuestro poco afecto por analizar los datos sin la perversa intromisión de terceros, nos permite siempre culpar a otros.

La paz mal negociada, como lo pregonan muchos, no es culpa de Santos, es culpa de todos. Los expresidentes salieron a perderse pues necesitaban protagonismo. Les faltó grandeza. Los dirigentes y políticos opinaban poco, seguramente porque poco se les preguntaba y probablemente se les consultaba tan poco por una razón sencilla, esa paz como lo afirmara uno de nuestros líderes: “La paz no se discute con micrófonos abiertos”.

Humberto de la Calle que lideró las conversaciones y que sin duda dejó el corazón en el proceso, se equivocó cuando dijo que: “esta es la mejor paz a la que puede llegarse”. Olvidó que la guerra y la paz son dinámicas.

¿Cómo hacer la paz, si creemos que es responsabilidad de una sola persona? En Demogan tenemos el convencimiento que esta era y es responsabilidad de todos. A partir de un acto que era urgente adelantar, se despedazó el país. No fuimos capaces de actuar con grandeza, olvidó el ex presidente Santos que era fundamental primero hacer el proceso con quienes estábamos en la civilidad, con los campesinos, los industriales, los pocos políticos que estuvieran dispuestos a jugarle limpio al país y a las víctimas. Se equivocó Santos porque no anticipó, como seguramente ninguno de nosotros lo hizo, que primero éramos los NO alzados en armas y luego los que estaban en el monte y en la ciudad subvirtiendo el orden. Primero los ciudadanos de a pie y luego los ciudadanos que no querían serlo.  

No hay persona alguna que no crea en la paz. Somos capaces de marchar por la paz, pero no somos capaces de hacer la paz; sencillamente porque esta esquiva dama no está en nuestros corazones.

El expresidente Pastrana, imaginamos que luego de leer a Hans Rosling, afirmó que teníamos muchas cosas para estar orgullosos y en las que habíamos avanzado. Controvertir acerca de la urgencia de ser más colombianos no tiene sentido, ni él tiene razón, ni tampoco Rosling, pues hay factores que intimidan la paz, como por ejemplo la espantosa corrupción; todos los proyectos se estrellan contra esa realidad del mundo.

Desde luego hemos disminuido el analfabetismo, los índices de mortalidad de los niños, los kilómetros de carreteras aumentan, pero no hemos proyectado nuestro país como potencia ambiental, ni ganadera, tampoco lechera, precisamente por estar inmersos en discusiones sin sentido.

Si todos creemos en la paz ¿Por qué razón no trabajamos para concluir la iniciativa de Santos? O si lo prefieren y esa es nuestra convicción, la iniciativa debe ser de todos.

Las heridas de la guerra son profundas, ojalá no tengamos ahora que sanar las heridas de la paz.

Nuestra propuesta es que la solución esté en cada uno. No sigamos alzando la voz para destruir, sino para proponer. Si lo logramos es probable que la esquiva paz nos llegue.

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