viernes, 3 de mayo de 2019

Demogan Bienvenidos Hermanos venezolanos


De acuerdo con algunas estadísticas, a Venezuela llegaron hasta un total de 5 millones de colombianos. No creemos que eso fuera así, pero si se puede afirmar que en un momento llegaron a trabajar a Venezuela 3 millones de compatriotas.
En ese país había trabajo, en Colombia había poco y los sueldos eran bajos.
Hoy en Demogan ofrecemos para la reflexión nuestro pensamiento, que seguramente riñe con el de algunos de nuestros amigos ganaderos, pero recuerden que en la democracia el disenso pacífico, es su esencia.
Escuchamos a mucha gente enojada por los puestos de trabajo que les arrebatan nuestros amables vecinos, que permitieron no solo que desde aquí exportáramos productos, sino que muchos compatriotas enviaran remesas a sus casas, mejorando el ingreso de sus familias. Eso sucedió durante muchos años.
Nuestro país no nada en la opulencia. Ni mucho menos. Necesitamos trabajar duro para poder salir adelante individualmente y como país.
El barco de ellos naufraga, y el nuestro puede también hacerlo, en especial contando con dirigentes con limitada visión. Es por eso que consideramos que debemos hacer propuestas que se salgan de lo común, que rompan paradigmas.
De un día para otro, Cúcuta debe responder al doble o al triple de las emergencias que tenía previstas y que desde luego no atendía con eficiencia. Adicionalmente, deben alimentar, educar, vestir, recrear, cobijar y dar esperanzas a una cantidad de nuevos habitantes que no aportan, gente buena en general, que no tienen alternativas; lo malo de este éxodo, es la miríada incontenible que llega y que no estábamos listos a atender.
En contraprestación, en el país tenemos un número de empresarios venezolanos que se han establecido a vivir y aún tienen la esperanza que la situación de su país mejore y la banda de apaches que los gobiernan salgan. Por esa razón no han invertido en forma.
Nuestro llamado es a no dilatar más e inviertan en eso que hacían bien en su país, dándole prioridad a la mano de obra de sus paisanos. Si logramos que mes a mes ingresen a la fuerza laboral del nuestro el 0,5% de los venezolanos en edad de trabajar todos ganamos, incluida la generación de empleo para nuestros nacionales.
De otra parte, utilizar espacios para iniciar comedores comunitarios donde solo se consuman productos colombianos aumenta la demanda de nuestro campo e industria alimentaria.
¿Cuánto puede costar esto? Mucho menos que el costo de tener miles de indigentes arrastrando sus desesperanzas por nuestros pueblos y ciudades.
En medio de nuestra austeridad, siempre teníamos algo que comer. Todos conocemos nuestra proverbial generosidad, con seguridad muchos hemos llegado a la hora del almuerzo a una casa campesina y nos han atendido espléndidamente con lo poco que tienen. Que el ejemplo de nuestra gente del campo cunda. La diferencia, es que esta vez sugerimos que se les compren sus productos y convirtamos a Colombia, en una máquina para nutrir a nuestros hermanos en desgracia y aprovechemos para hacerlo con otros tantos compatriotas.
Nutrir debería ser nuestra respuesta a esta tragedia generada por los forajidos de al lado. Nutrir y activar el campo. La canasta básica se vería maravillosamente activada. Un millón de vasos de leche al día, son 250,000 litros diarios, 200 gramos de arroz por persona, 100 gramos de carne, porción de frijol, de arvejas de papas y ni hablar de los jugos de frutas, que se podrían repartir evitando como sucede hoy en la Costa, que el mango se pierda y así con decenas de productos.
Desde luego esto aceleraría la llegada de empresarios agrícolas venezolanos que tienen conocimientos, capital, experiencia, hábitos de consumo mejores que los nuestros, aportándonos procesos industriales y generando empleos para ellos y para nosotros.
Ayer por nosotros, hoy por ellos. Colombia y Venezuela unidos para dar ejemplo de trabajo en equipo.
Hacemos un llamado a los empresarios del querido país, para que apoyen la idea y empecemos esta generación de prosperidad y abundancia.      

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