Las
comparaciones que hacen desde algunas esquinas del agro para medir nuestra
situación con la de otros países, históricamente han estado sesgadas por el protagonismo, intereses,
desconocimiento, falta de información o todas las anteriores.
Comparar nuestra realidad con otros países es equivocado, por ejemplo, en USA, 33% de los hatos tienen más de
2,000 animales, producen 34 litros por vaca en promedio , el consumo per
cápita de los habitantes es de 242 kilos año, el concentrado está subsidiados y
las razones continúan.
Sorprende la
realidad alemana, donde ser lechero es un orgullo, consumen 321 kilos de
productos lácteos por año, siendo el consumo de quesos 25,9 kilos más alto que en
nuestro país donde apenas consumimos 1,1 kilos. Para terminar este breve
introito, en la comunidad europea, en USA, Nueva Zelanda etc. No existe la
informalidad.
Colombia
es un país de pequeños productores. La
industria solo recoge leche cada dos días en promedio en 50,000 de los 350,000
predios que producen leche. La
informalidad, es “el pan nuestro de cada día”, el promedio de “hatos” lecheros
ordeñan menos de 5 vacas, el gerente propietario hace todo, desde ordeñar,
hasta vender y curar. Su escolaridad puede estar por debajo de quinto de
primaria.
Nos faltan
carreteras, energía a precios competitivos, cadena de frío, educación
permanente, continuada y virtual para el adulto mayor. Solo para mencionar
algunas responsabilidades gubernamentales.
La Industria
debe reconocerse como otro eslabón de esta pirámide que se apoya en miles de
pequeños productores. Ellos han hecho bien una parte del trabajo, el acopio ha crecido en promedio del 4% anual
durante los últimos cinco años, ese porcentaje es más del 21% en 5 años, fortaleciendo
el mercado nacional, condición sine qua non para permitirnos exportar.
La industria,
a pesar de lo anterior, también ha fallado, no se comunica bien con los dueños
de los predios, es increíble lo mal que entienden los lecheros el rol de la
industria, y no por culpa de ellos, muchas veces actúan
dictatorialmente con sus proveedores, eso no es tolerable, no les explican
convincentemente, que es gracias al dueño de las vacas que ellos están bien,
que son sus socios, que tienen planes conjuntos, desarrollos con valores
agregados etc.
En la lista
seguimos los proveedores; para empezar, no hacemos presupuestos, nuestros
costos no son bien estimados, nuestra contabilidad muchas veces no existe;
muchos, en especial los grandes, están ausentes de su explotación por
diferentes razones, las fincas de leche especializada no prepara
permanentemente a sus trabajadores, no tenemos indicadores, no nos preparamos
para el exceso de agua o para el defecto; no sembramos comida. La industria y
el gobierno no tienen claro cuánta leche se pierde, tampoco lo sabemos los
productores. La leche que no se recoge nadie la compra y por lo tanto no suma
para nuestros ingresos. ¿Cuánta leche se pierde y nadie contabiliza? Ese
indicador no da espera, ese es dinero que se evapora y a nadie preocupa. Esperamos pronto poder compartirles ese dato.
A los
industriales les interesa comprar la leche por el menor precio posible, a los
productores nos interesa vender la leche por el precio más alto. Ambos extremos
estamos equivocados, la gremialidad solo
existe para quejarse, no presenta soluciones,
la narcotizan los aplausos de sus aduladores, descuidan a los pequeños y
privilegian a los grandes. Eso tampoco sirve.
Hablando con
ganaderos y específicamente con algunos lecheros, sobre la informalidad, las preguntas son: ¿Para qué me formalizo? ¿Para pagar
impuestos? ¿Para aportar dineros a un fondo nacional ganadero que no me ofrece
ventaja alguna? ¿Para continuar sin representación? ¿Para qué ni el estado ni
los gremios me asistan técnicamente ni financieramente? Da la impresión que estas
voces razón tienen.
Es por eso
que junto con algunos industriales, Demogan propuso desde hace dos años y medio,
que para romper la cadena de ineficiencia que nos afecta a todos por igual,
convirtiéramos las exportaciones en parte de la solución ganadera. ¿Qué
ventajas tiene exportar? Varias: Retener vientres, mejorar la calidad de la leche que se
procesa, aumentar la productividad expresada en litros de leche de calidad, por
animal y por hectárea, mejorar la
composición en puntos de proteína,
sólidos y grasa, permitirle al ganadero estar atento al desenvolvimiento del
mercado global, y a trabajar con indicadores mundiales, entre otras.
Si queremos
crecer, la opción es exportar. Para hacerlo, debemos crear la cadena de la
consciencia, jugar en equipo, ser eficientes, confiables, e incluir en esta cadena, a proveedores de
droga veterinaria, de concentrados, de tanques fríos, de ordeños mecánicos, de
maquinaria agrícola, pues si queremos crecer, el esfuerzo debe hacerse entre
todos: no el gobierno, no la industria, no el lechero, tampoco el proveedor de
insumos…TODOS, sin excepciones.
En primer
lugar llamamos a la consciencia. Aceptemos, que la manera para que funcionemos
bien, es entender que no es a mí al único que puede algo beneficiarme, sino a
todos. Por eso hablamos de jugar en equipo este partido de la seguridad
alimentaria, debemos construir confianza en cada
relación; imagínense si yo creo en quien me compra y este a su vez cree en mí.
Construir relaciones confiables genera productividad. ¿Suena ingenuo? No lo es,
es la manera como los pueblos crecen.
La industria
viene trabajando en formulas, sin embargo, entienden que es fundamental que los
ganaderos puedan opinar, activar la inteligencia colectiva es algo que los
gremios no hacen, que el Ministerio de Agricultura intenta hacer y no lo logra,
por eso proponemos abrir un correo para que desde cualquier celular o
computador, los hombres de campo se puedan comunicar, haciendo propuestas y respondiendo preguntas.
Hoy la
industria, acepta aportar para exportar, un peso por cada peso que aporten los ganaderos al fondo nacional lácteo. Eso
suma $16 mil millones, si la industria aporta otro tanto, los proveedores la mitad de los $16 mil, y el
gobierno el equivalente a la suma de todos, tendríamos una base de dinero que
suma $80 mil millones de pesos. Eso nos permitiría exportar 80 mil toneladas,
que evitarían la importación del 100% de lo que hoy traemos y asegurar la
compra del 100% de la leche que produzcan nuestros campesinos. Se entiende que esos aportes no
pueden ser para siempre. Sugerimos diez años, que es el tiempo que estimamos se
toma el país para posicionarse como proveedor de productos lácteos.
Debe entenderse que solo se compraría la leche
de los que aportan al fondo, entonces tendríamos una primera respuesta para
convencer que la formalidad paga; “Formalícese que le compramos TODO” eso
querría decir que exportamos el 10% de nuestra producción, pero que desde luego
si comenzamos a comprarlo todo y a exportar una parte, la oferta de leche
aumentaría, en una espiral productiva que beneficiaría a los ganaderos de
Colombia.
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