Los ganaderos estamos habidos de paz.
Para un
sector que ha sido golpeado por el olvido, el abandono, la falta de gremialidad
y de liderazgo, tener que además lidiar con la falta de seguridad es imposible.
Estamos a la defensiva, en lugar de estar creando posibilidades para el campo,
produciendo, mejorando genética, actualizándonos, aumentando la producción de
kilos de carne o litros de leche por hectárea.
Todos los
días aparecen en el horizonte gentes honestas con idearios irrealizables. Es
comprensible que eso suceda pues quienes deberían hacerlo, nada hacen.
Somos
víctimas de nosotros mismos. Sufrimos de “trastorno victimista”, nunca nada es
culpa nuestra: las guerrillas, el paramilitarismo, la corrupción, la liviandad,
nuestro poco afecto por analizar los datos sin la perversa intromisión de
terceros, nos permite siempre culpar a otros.
La paz mal
negociada, como lo pregonan muchos, no es culpa de Santos, es culpa de todos.
Los expresidentes salieron a perderse pues necesitaban protagonismo. Les faltó
grandeza. Los dirigentes y políticos opinaban poco, seguramente porque poco se
les preguntaba y probablemente se les consultaba tan poco por una razón
sencilla, esa paz como lo afirmara uno de nuestros líderes: “La paz no se
discute con micrófonos abiertos”.
Humberto de
la Calle que lideró las conversaciones y que sin duda dejó el corazón en el
proceso, se equivocó cuando dijo que: “esta es la mejor paz a la que puede
llegarse”. Olvidó que la guerra y la paz son dinámicas.
¿Cómo hacer
la paz, si creemos que es responsabilidad de una sola persona? En Demogan
tenemos el convencimiento que esta era y es responsabilidad de todos. A partir
de un acto que era urgente adelantar, se despedazó el país. No fuimos capaces
de actuar con grandeza, olvidó el ex presidente Santos que era fundamental
primero hacer el proceso con quienes estábamos en la civilidad, con los
campesinos, los industriales, los pocos políticos que estuvieran dispuestos a
jugarle limpio al país y a las víctimas. Se equivocó Santos porque no anticipó,
como seguramente ninguno de nosotros lo hizo, que primero éramos los NO alzados
en armas y luego los que estaban en el monte y en la ciudad subvirtiendo el
orden. Primero los ciudadanos de a pie y luego los ciudadanos que no querían
serlo.
No hay persona
alguna que no crea en la paz. Somos capaces de marchar por la paz, pero no
somos capaces de hacer la paz; sencillamente porque esta esquiva dama no está
en nuestros corazones.
El
expresidente Pastrana, imaginamos que luego de leer a Hans Rosling, afirmó que
teníamos muchas cosas para estar orgullosos y en las que habíamos avanzado.
Controvertir acerca de la urgencia de ser más colombianos no tiene sentido, ni
él tiene razón, ni tampoco Rosling, pues hay factores que intimidan la paz,
como por ejemplo la espantosa corrupción; todos los proyectos se estrellan
contra esa realidad del mundo.
Desde luego
hemos disminuido el analfabetismo, los índices de mortalidad de los niños, los
kilómetros de carreteras aumentan, pero no hemos proyectado nuestro país como
potencia ambiental, ni ganadera, tampoco lechera, precisamente por estar
inmersos en discusiones sin sentido.
Si todos
creemos en la paz ¿Por qué razón no trabajamos para concluir la iniciativa de
Santos? O si lo prefieren y esa es nuestra convicción, la iniciativa debe ser
de todos.
Las heridas
de la guerra son profundas, ojalá no tengamos ahora que sanar las heridas de la
paz.
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