De acuerdo
con algunas estadísticas, a Venezuela llegaron hasta un total de 5 millones de
colombianos. No creemos que eso fuera así, pero si se puede afirmar que en un
momento llegaron a trabajar a Venezuela 3 millones de compatriotas.
En ese país
había trabajo, en Colombia había poco y los sueldos eran bajos.
Hoy en
Demogan ofrecemos para la reflexión nuestro pensamiento, que seguramente riñe
con el de algunos de nuestros amigos ganaderos, pero recuerden que en la
democracia el disenso pacífico, es su esencia.
Escuchamos a
mucha gente enojada por los puestos de trabajo que les arrebatan nuestros
amables vecinos, que permitieron no solo que desde aquí exportáramos productos,
sino que muchos compatriotas enviaran remesas a sus casas, mejorando el ingreso
de sus familias. Eso sucedió durante muchos años.
Nuestro país
no nada en la opulencia. Ni mucho menos. Necesitamos trabajar duro para poder
salir adelante individualmente y como país.
El barco de
ellos naufraga, y el nuestro puede también hacerlo, en especial contando con
dirigentes con limitada visión. Es por eso que consideramos que debemos hacer
propuestas que se salgan de lo común, que rompan paradigmas.
De un día
para otro, Cúcuta debe responder al doble o al triple de las emergencias que
tenía previstas y que desde luego no atendía con eficiencia. Adicionalmente,
deben alimentar, educar, vestir, recrear, cobijar y dar esperanzas a una
cantidad de nuevos habitantes que no aportan, gente buena en general, que no
tienen alternativas; lo malo de este éxodo, es la miríada incontenible que
llega y que no estábamos listos a atender.
En
contraprestación, en el país tenemos un número de empresarios venezolanos que
se han establecido a vivir y aún tienen la esperanza que la situación de su
país mejore y la banda de apaches que los gobiernan salgan. Por esa razón no
han invertido en forma.
Nuestro
llamado es a no dilatar más e inviertan en eso que hacían bien en su país,
dándole prioridad a la mano de obra de sus paisanos. Si logramos que mes a mes
ingresen a la fuerza laboral del nuestro el 0,5% de los venezolanos en edad de
trabajar todos ganamos, incluida la generación de empleo para nuestros
nacionales.
De otra
parte, utilizar espacios para iniciar comedores comunitarios donde solo se
consuman productos colombianos aumenta la demanda de nuestro campo e industria
alimentaria.
¿Cuánto
puede costar esto? Mucho menos que el costo de tener miles de indigentes
arrastrando sus desesperanzas por nuestros pueblos y ciudades.
En medio de
nuestra austeridad, siempre teníamos algo que comer. Todos conocemos nuestra
proverbial generosidad, con seguridad muchos hemos llegado a la hora del
almuerzo a una casa campesina y nos han atendido espléndidamente con lo poco
que tienen. Que el ejemplo de nuestra gente del campo cunda. La diferencia, es
que esta vez sugerimos que se les compren sus productos y convirtamos a
Colombia, en una máquina para nutrir a nuestros hermanos en desgracia y
aprovechemos para hacerlo con otros tantos compatriotas.
Nutrir
debería ser nuestra respuesta a esta tragedia generada por los forajidos de al
lado. Nutrir y activar el campo. La canasta básica se vería maravillosamente
activada. Un millón de vasos de leche al día, son 250,000 litros diarios, 200
gramos de arroz por persona, 100 gramos de carne, porción de frijol, de arvejas
de papas y ni hablar de los jugos de frutas, que se podrían repartir evitando
como sucede hoy en la Costa, que el mango se pierda y así con decenas de
productos.
Desde luego
esto aceleraría la llegada de empresarios agrícolas venezolanos que tienen
conocimientos, capital, experiencia, hábitos de consumo mejores que los
nuestros, aportándonos procesos industriales y generando empleos para ellos y
para nosotros.
Ayer por nosotros, hoy por ellos. Colombia y Venezuela unidos para dar
ejemplo de trabajo en equipo.
Hacemos un
llamado a los empresarios del querido país, para que apoyen la idea y empecemos
esta generación de prosperidad y abundancia.
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