Indalecio
Dangond, en su último artículo en El Espectador, bajo el título de ¿Y los
bienes públicos? Hace un interesante recuento de las carencias del sector.
Empecemos
por reconocer que Dangond es un pensador agrícola serio, que hace rato debió
haber sido nombrado ministro del ramo, pero que, por razones incomprensibles,
nadie ha tenido en cuenta, probablemente empezando por él.
A pesar de
la seriedad del articulista, se nos ocurre que faltaron aspectos fundamentales
en su escrito. Sugerimos los siguientes temas, con el propósito de continuar dibujando el panorama.
Cada
gobierno, viene con ideas que consideran innovadoras, apresurándose a hacer
nuevos planteamientos, sin dar continuidad a actividades que van madurando. Sin
embargo, ninguno ha hecho un proyecto de estado, de largo plazo, que convenza y
que permanezca en el tiempo.
Para empezar, La educación
agrícola de nuestro país, continúa en pañales; el laboratorio de ciencias
agrícolas que es Colombia, gracias a sus tres cordilleras, la multiplicidad de
suelos y microclimas, no ha sido estudiado en profundidad. El desconocimiento
violenta la productividad, frustra y aumenta la migración del campo.
Existe un
claro divorcio entre los temas ambientales y el campo; no tenemos una política
de reforestación de largo plazo, mucho menos propuestas para preservar matas de
monte y pedazos minúsculos de selva que nos encontramos dispersos por las
fincas. Deforestar quebradas y afluentes, seca, desviar ríos es alterar la vida
y de eso no hablamos, pero en cambio, si marchitamos el futuro.
El censo
agrícola con un costo de $350 mil millones, y a pesar de ser relativamente
reciente, arrojó cifras que reafirman el fracaso del agro. Nos dieron cifras,
pero quedó sin concretarse la manera como podíamos actualizarlas y eso no es
serio. Un censo de ese costo, no lo podemos perder.
La seguridad
en los campos, vuelve a estar amenazada. Desde luego si afectamos la
rentabilidad, y si se imponen las vías de hecho, los ciudadanos de bien pierden
la esperanza, si es que acaso ya no la perdieron.
No tenemos
claro cuál es el presupuesto del ministerio del ramo, sí tenemos claro que
nuevamente los indígenas del Cauca, que insistimos merecen todo nuestro
respeto, firmaron un acuerdo que le costará al país $800 mil millones.
Desconocemos si esos dineros van a ser debidamente auditados y controlados; si
no es así, están forzando a que los ganaderos y agricultores, lleguen a pensar
en vías no democráticas.
Desde luego
la gremialidad, especialmente la ganadera, no ayuda a tener un agro consiente
de la austeridad que exige manejar dineros públicos. Muchos gremios dicen
representar a miles de ganaderos. La fórmula, en el caso del ganado, para saber
si es verdad que Fedegan representa tantas gentes como pregona, es a través de
la vacunación, el ICA llega dos veces al año a vacunar y no se le ocurre
preguntar cómo mejorar la sanidad y mucho menos quien consideran ellos que los
representa.
La
conectividad del agro, continúa siendo una quimera. Esa herramienta bien usada,
nos ayudaría a educar, a comercializar los productos, a conocer en línea las
opiniones de millones de gentes del campo. Pero no, continuamos sin contar con
esa posibilidad.
El agua es
transversal al campo y no la cuidamos, tampoco educamos para ver cómo
preservarla. Talleres para conocer las ideas de tantos que laboran las
haciendas no existen, tampoco se promueven. Hace un tiempo se nos ocurrió
sugerirle al ministro del momento, que hiciera reuniones semanales con los
campesinos, con una fórmula que consideramos innovadora, que era una hora de
quejas y dos horas proponiendo soluciones. Les aseguramos que las verdades del
campo, están en cada uno de los que lo trabajan, de esos que lo sufren y lo
viven.
Escuchar los
territorios, es la mejor manera de mejorarlos. De allí podría haber nacido el
tan cacareado Plan De Desarrollo, pero no, parecería que la máxima es: Poder
que promueve el diálogo, poder que se acaba.
El campo
está en peligro de extinguirse, no es una exageración, es la verdad de lo que
palpamos cada vez que respiramos tierras, vacas, pasturas y bosques.
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