domingo, 7 de abril de 2019

Demogan Que hacer para llegar al siglo XXI?


Indalecio Dangond, en su último artículo en El Espectador, bajo el título de ¿Y los bienes públicos? Hace un interesante recuento de las carencias del sector.
Empecemos por reconocer que Dangond es un pensador agrícola serio, que hace rato debió haber sido nombrado ministro del ramo, pero que, por razones incomprensibles, nadie ha tenido en cuenta, probablemente empezando por él.
A pesar de la seriedad del articulista, se nos ocurre que faltaron aspectos fundamentales en su escrito. Sugerimos los siguientes temas, con el propósito de continuar dibujando el panorama.
Cada gobierno, viene con ideas que consideran innovadoras, apresurándose a hacer nuevos planteamientos, sin dar continuidad a actividades que van madurando. Sin embargo, ninguno ha hecho un proyecto de estado, de largo plazo, que convenza y que permanezca en el tiempo.
Para empezar, La educación agrícola de nuestro país, continúa en pañales; el laboratorio de ciencias agrícolas que es Colombia, gracias a sus tres cordilleras, la multiplicidad de suelos y microclimas, no ha sido estudiado en profundidad. El desconocimiento violenta la productividad, frustra y aumenta la migración del campo.
Existe un claro divorcio entre los temas ambientales y el campo; no tenemos una política de reforestación de largo plazo, mucho menos propuestas para preservar matas de monte y pedazos minúsculos de selva que nos encontramos dispersos por las fincas. Deforestar quebradas y afluentes, seca, desviar ríos es alterar la vida y de eso no hablamos, pero en cambio, si marchitamos el futuro.
El censo agrícola con un costo de $350 mil millones, y a pesar de ser relativamente reciente, arrojó cifras que reafirman el fracaso del agro. Nos dieron cifras, pero quedó sin concretarse la manera como podíamos actualizarlas y eso no es serio. Un censo de ese costo, no lo podemos perder.
La seguridad en los campos, vuelve a estar amenazada. Desde luego si afectamos la rentabilidad, y si se imponen las vías de hecho, los ciudadanos de bien pierden la esperanza, si es que acaso ya no la perdieron.
No tenemos claro cuál es el presupuesto del ministerio del ramo, sí tenemos claro que nuevamente los indígenas del Cauca, que insistimos merecen todo nuestro respeto, firmaron un acuerdo que le costará al país $800 mil millones. Desconocemos si esos dineros van a ser debidamente auditados y controlados; si no es así, están forzando a que los ganaderos y agricultores, lleguen a pensar en vías no democráticas.
Desde luego la gremialidad, especialmente la ganadera, no ayuda a tener un agro consiente de la austeridad que exige manejar dineros públicos. Muchos gremios dicen representar a miles de ganaderos. La fórmula, en el caso del ganado, para saber si es verdad que Fedegan representa tantas gentes como pregona, es a través de la vacunación, el ICA llega dos veces al año a vacunar y no se le ocurre preguntar cómo mejorar la sanidad y mucho menos quien consideran ellos que los representa.
La conectividad del agro, continúa siendo una quimera. Esa herramienta bien usada, nos ayudaría a educar, a comercializar los productos, a conocer en línea las opiniones de millones de gentes del campo. Pero no, continuamos sin contar con esa posibilidad.
El agua es transversal al campo y no la cuidamos, tampoco educamos para ver cómo preservarla. Talleres para conocer las ideas de tantos que laboran las haciendas no existen, tampoco se promueven. Hace un tiempo se nos ocurrió sugerirle al ministro del momento, que hiciera reuniones semanales con los campesinos, con una fórmula que consideramos innovadora, que era una hora de quejas y dos horas proponiendo soluciones. Les aseguramos que las verdades del campo, están en cada uno de los que lo trabajan, de esos que lo sufren y lo viven.
Escuchar los territorios, es la mejor manera de mejorarlos. De allí podría haber nacido el tan cacareado Plan De Desarrollo, pero no, parecería que la máxima es: Poder que promueve el diálogo, poder que se acaba.
El campo está en peligro de extinguirse, no es una exageración, es la verdad de lo que palpamos cada vez que respiramos tierras, vacas, pasturas y bosques.          

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