De tarde en
tarde nos encontramos con modelos a seguir que nos inspiran. Es el caso del
Banrural en Guatemala, que nace luego que el presidente Arzú, firmara la paz con
la necesidad de atender el postconflicto en ese país. Apoyó a un grupo de visionarios,
para que emprendieran una senda desconocida en Latino América, en préstamos
para pequeños y medianos empresarios y campesinos.
Originalmente
el banco se llamó BANDESA. Luego pasó a llamarse Banrural. Eran sus socios
originales: 17% el gobierno, 30% cooperativas, 20% comunidades Mayas, 5% las ONG
y el resto, público en general. Es un banco amado por todos, que presta desde
el equivalente a $COL 150,000, tiene 13,400 accionistas en total, 1,100
agencias, en los 330 municipios del país y 2,200 corresponsales. 3% de cartera
vencida, 7’000,000 de cuenta habientes, desembolsan en ocasiones, solo con la
huella del cliente y un testigo, pues muchos no saben leer ni escribir.
En Guatemala
hay 23 dialectos, el banco ha entendido que es su obligación emplear a locales,
no solo por el idioma, sino por el conocimiento que tienen de su región, son
10,000 empleados, 60% en provincia y 40% en la capital. Esta fórmula, desde
luego obliga a borrar gamonales y evitar la pésima práctica de contratar recomendados
y ahijados políticos que no rinden, pues todos aman su banco, y uno no contrata
gente que no rinda para atender lo que quiere. Es necesario aclarar que el
territorio guatemalteco son 108,000 kilómetros cuadrados, el 10% de Colombia.
No puedo
pasar por alto, que el banco el año pasado obtuvo ganancias por cien millones
de dólares.
Están convencidos,
que la educación financiera es una condición que asegura el pago de las
acreencias. Han bancarizado millones con una política que parte de la
confianza. US $90 millones en cuentas de ahorros, capacitan gratis en
diferentes temas a sus clientes, tienen servicio médico gratis para quien
ahorra, fundamentalmente en pediatría, ginecología y medicina general. (La
empresa de seguros es del banco)
Para recibir
el dinero de sus emigrantes, tienen una alianza con el ministerio de Relaciones
Exteriores, que capta las remesas de los miles o eventualmente millones de que
salen del país en busca de un mejor futuro.
Las personas
con las que nos reunimos, tenían una media de 15 años trabajando en SU banco.
Eso genera pertenencia y desde luego evita que un recién llegado los cambie por
el prurito de hacerlo.
Y ahora
Colombia. El ejemplo de nuestros hermanos debemos capitalizarlo. Hoy los
clientes no son solo los que se van a desmovilizar, sino los muchos que viven
en el campo sin poder acceder de manera ágil a préstamos, entre otras porque
los tiene el sistema calificados de malas pagas, cuando en realidad, el
problema fue que desembolsaron su préstamo cuando ya había pasado la cosecha o
habían elaborado sus cifras con mucho conocimiento del negocio y ningún
entendimiento de finanzas. Algunos de nuestros bancos, buscan llegar con
soluciones a lugares apartados, el que más cubre la geografía es el Banco Agrario,
a esa institución le corresponde presentar soluciones que interpreten el
postconflicto, sin olvidarse de los campesinos que han sido parte de su esencia.
El negocio
de los bancos se fundamenta en el riesgo, en gente bien entrenada, en
administrar, crear nuevos escenarios y sin duda en la confianza. La confianza
es el pegante de la humanidad, cuando falta, nos destruimos, cuando está
presente prosperamos. Los bancos que se ocupan de nuevos emprendedores,
necesitan que cada uno de sus ejecutivos, tenga “La mirada del tigre”, algo
evidente que encontramos visitando sucursales de Banrural, fue decisión por servir y pasión por lo que hacen.
Los
microcréditos, dieron de “baja” a los préstamos gota a gota. Las directivas del
Banrural, nos comentaban, que la media de intereses que cobraba un agiotista en
ese país de quetzales, era del 40%, hoy gracias a la bancarización el fenómeno
disminuye sin haber desaparecido.
Imagínense
la oportunidad que se abre para nuestro país, si logramos despolitizar
procesos, abrimos la oportunidad para que la provincia y en general las
regiones apartadas puedan acceder al crédito para iniciar pequeñas industrias
de alimentos, textiles, metalmecánica, huertas caseras, en fin la democratización
de la prosperidad. Un lugar donde NO son unos pocos los privilegiados, sino
donde la mayoría tienen la prerrogativa de tener un préstamo, una cuenta de
ahorros, entendimiento de cómo funcionan sus finanzas, ingresos estables, donde
construimos un tejido empresarial incluyente, un país propositivo en el campo y
en los pueblos.
Y ahora la ganadería.
Pensamos que debemos priorizar, por esa razón nos lanzamos al agua con la
convicción que si creamos una estructura sólida que retenga vientres, que a su
vez genera caja diaria, gracias a la venta de leche, el campesino inicia el
cambio. Las subastas deben volcarse con ofertas al finquero desde una ternera en adelante (hoy
primordialmente venden machos destetos, proponemos que agreguen la venta de
hembras destetas) que este pueda acceder al crédito en la misma institución que
vende al mejor postor, y el banco agrario tenga sucursales en todas las
subastas del país.
Lo anterior
es posible si la industria láctea apoya la iniciática comprando el 100% de la
leche, ubicando centros de acopio en donde sea necesario y ayudando a recaudar
la cartera reteniendo una pequeña parte del total del producido.
La transformación espiral del campo está a la
vuelta de unas pocas decisiones, es posible si en lugar de debates centrados en
el ego, los modificamos y nos centramos en servir al pequeño, para que de esa
manera el campo, comience a recibir beneficios que nos lleguen a todos,
logrando la seguridad alimentaria, suspendiendo la angustiosa pérdida de mano
de obra para el agro. En fin, estamos tan lejos y tan cerca, que lo único que
no podemos aceptar es la derrota.
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