En su obra
magistral, “Cien Años de Soledad”, García Márquez, deja entrever qué en
Macondo, estamos acostumbrados y nos gusta estar en guerra.
El ejemplo
de las naciones europeas, debería ser suficiente para invitar a la reflexión;
ellos no contentos con la primera y a pesar que Anatole France al ser
galardonado con el premio Nobel de literatura en 1921, anticipó que el tratado
de Versalles era la antesala de otra guerra, razón era sencilla, los
derrotados escuchaban, los ganadores imponían.
La paz armada
que firmamos, no será suficiente si no contamos con la voluntad de todos.
Estamos edificando una paradoja trágica, que por defender intereses mezquinos,
podemos regresar a enfrentamientos aún más cruentos que en el pasado.
Escribimos
acerca de este tema, pues desconocer la cercanía de los ganaderos con la guerra
no es realista. Hablamos de guerra, pues el ex presidente Uribe, que es hoy el
más duro contradictor de los acuerdos de paz, definió el impuesto para atender
los gastos de la barbarie, como “Impuesto de Guerra”
En una
conversación con el ministro de defensa de Salvador, llamó la atención acerca
de evitar a toda costa el desmantelamiento de las fuerzas armadas y de policía.
El ministro colombiano, fue enfático en aclararle que eso jamás se daría.
El único que
puede manejar armas es el estado, en eso somos testigos dolorosos de cientos de
masacres que se dieron en Colombia, por ser laxos en la proliferación de
ciudadanos armados.
Hay quienes
viven de insultar a aquellos con quienes no coinciden. Esa modalidad exacerba
los ánimos de todos. Si quien es insultado no responde, la contraparte deduce equivocadamente
que evita la confrontación por cobardía. Error, no hay un gesto de valor más
respetable que el de aquel que está armado, recibe el insulto y depone las
armas o el agravio.
Ese es el
legado que desde Demogan queremos sembrar en los campos de Colombia. Seguir
matándonos, es una propuesta que nace de mentes enfermas. Los ganaderos en
particular y los agricultores en general son quienes más bajas hemos puesto en
este conflicto armado y sin sentido, podemos sin lugar a dudas llenar millones
de cuartillas con historias que cubrirían nuestra geografía de fantasmas.
No sigamos
alentando la procacidad como alternativa.
Hoy los
ganaderos en muchas partes de Colombia están siendo amenazados. Eso es
inaceptable. Muchas veces estas gentes solitarias y valerosas, nos piden que
intercedamos para que puedan tener armas amparadas por las autoridades; no
estamos de acuerdo, sin embargo, nuestra negativa no puede ser sustentada,
cuando algunos de ellos al poco tiempo son secuestrados por las llamadas
BACRIM que son la metástasis del conflicto sin fin en el que nos vemos
envueltos.
Los
finqueros saben bien que armarse resta productividad y esperanzas. Una zona en
conflicto, dificulta la llegada de vías y energía, de mano de obra
especializada de modernización y generación de futuro. Ojalá que el debate
político se dirija a las ideas y desde luego a planteamientos realizables para
consolidar la paz y para que los campesinos sean alternativa de seguridad
alimentaria. Esa seguridad tan cacareada, se puede dar si y solo si, tenemos
paz, pero no una paz armada.
¿Cuántos
insultos somos capaces de tolerar? ¿Cuántos mensajeros de muerte vamos a
continuar recibiendo en forma noticias, pasquines y tertulias? Esperamos que
pocos.
Este año va
quedando en la memoria. Demogan ha mantenido un pensamiento constructivo, sin
dejar de llamar la atención sobre temas que afectan a los ganaderos, no con
insultos sino con propuestas e ideas, hemos llamado al diálogo, al
entendimiento, a proteger las fuentes de agua, los suelos, la vida de los
campesinos y finqueros, sin importar su jerarquía, entendiendo que todos somos
iguales pero diferentes.
Dejaremos
unos días de aparecer para descansar, aunque sabemos de sobra que cuando el
nuevo año despierte, tendremos más terneros, más temas que atender, más
inquietudes y ojalá que una mayor comprensión para afianzar la paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario