Si la
oposición se propusiera que el país no fracasara y quienes apoyan al gobierno
no prendieran incienso cuando acierta y callaran cuando hierra, podríamos
comenzar a respirar diferente.
Todo no es
malo, tampoco todo es bueno.
Desde
Demogan les preguntamos a los candidatos, si han razonado acerca del país que
van a recibir. Si está tan mal no puede ser que quieran ser presidentes, les
sugerimos que comiencen a indagar por cosas que estén bien; de lo contrario, va
a resultar complicado entender las razones que los mueven.
Si las cosas
van bien ¿cuál es la razón para que los parlamentarios que apoyan al gobierno,
necesiten que los convenzan con prebendas?
¿Por qué
apoya la clase política a un candidato? ¿Por convicción o por codicia? Si la
respuesta es la primera, no deben pedir nada a cambio (Iluso quien esto escribe, ¿verdad?), si es
la segunda, recomendamos que no los tengan en cuenta pues continuarán
enriqueciéndose.
¿Cuál es la
razón para que un candidato deba aceptar en su movimiento políticos sin ética?
¿Políticos que a duras penas conocen las carreteras de sus regiones, pero no
sus necesidades?
Si se hacen
llamar padres de la patria y violentan esa patria, ¿Cuál debe ser el castigo?
¿Acaso un padre que mancilla su hija no tiene 40 años de cárcel? ¿Por qué la
judicialización de esos crímenes no es ejemplarizante?
Hoy el mayor
castigo transitorio (Excesivamente transitorio) lo aplican los medios, ese
periodismo decide que es y que no es publicable, dándoles la llave de un poder
ilimitado, llenando de arrogancia su entorno.
Somos a pesar
de todo un país con suerte sin dirigentes que sepan aprovecharla. Nos llegó el
petróleo y no invertimos ni en agro, ni tecnología, ni innovación, tampoco en
educación (Este es el gobierno que más ha invertido en educación) no aprovechamos
para dar valores agregados a nuestras exportaciones, ni mejoramos la manera
como podíamos competir en el mundo, no fortalecimos la seguridad alimentaria,
nos dedicamos a extraer un crudo que antes no podía extraerse por costos y
desconocimiento y que gracias a coyunturas que no manejábamos, pudimos hacerlo.
Nuestra
fragilidad está en nuestro ADN. Los españoles vinieron por oro, desconociendo
la sabiduría de los que ya estaban aquí. La serendipia apabulló nuestra
imaginación, la iglesia el pensar diferente, la plata fácil nos corrompió. La
inquisición nos obligó a huir de la verdad, a desconfiar de todo, a regularlo
todo; tenemos según dijeron en el congreso de competitividad 91,742
resoluciones generadas en los últimos 16 años ¿Cómo cambiar de chip, si tantas
disposiciones atropellan la libertad?
Hoy
evadimos, 20 billones en IVA, el sistema pensional deja de recibir 24 billones
y la informalidad genera 50% de nuestros empleos, las empresas informales son
2,5 veces menos productivas y con todo, siguen apareciendo. Todo esto, sin
contar con la astronómica cifra de la corrupción. Da la impresión que no somos
viables.
¿Cambiar de
chip después de todo este preámbulo? Demogan cree que es la única salida. ¿cómo
hacerlo? Proponemos, no responsabilizar a otro de lo que nos pasa, “no odiar a
quien no piensa como uno y cambiar el insulto por la reflexión” (Antonio Celia)
de apoyar las buenas ideas de nuestros opositores, de preocuparnos más por la
calidad de los profesores que por las aulas; en otras palabras, como nos diría
Carlos Enrique Cavelier: “estar más interesados en el Software que en el
Hardware”, de pagar bien a los empleados, exigiendo eficiencia y resultados, de
educar al campesino sin paternalismos, de respetar la mujer, de responder las
preguntas a los niños, de actualizarnos todos los días, de entender que la
labor es difícil pero no imposible, que la esperanza se construye desde cada
uno, no esperando soplos divinos, sino trabajos constantes, reinventándonos, y
siempre, sin importar que, actuando con ética.
¿Cambiar de chip o desaparecer? No, no somos
extremos, solo queremos enfatizar la necesidad que cada uno cambie y se
responsabilice por sus pensamientos y sus obras. Al país no lo cambia ningún
candidato, al país lo cambiamos entre todos, empezando por responsabilizarnos
por aquello que está en nuestro círculo de influencia.