La discusión del número de hectáreas que ocupa la ganadería desvía el foco del debate que debemos dar entender y defender los ganaderos.
Desde que
iniciamos Demogan, además de buscar la democratización del sector, entendimos
que era nuestra obligación la modernización de un oficio que en algunos lugares
de la geografía se adelanta con prácticas decimonónicas.
La
productividad de la ganadería se ha visto seriamente afectada por el conflicto,
por falta de evolución de las prácticas ganaderas, por el “taponamiento” mental
de algunos que rechazan la modernización, por ataques viscerales contra la
ganadería por algunos ambientalistas que solo analizan una parte del sector, por
centrar el gremio en el manejo del FNG, por la falta de democracia que evita
escuchar pensamientos renovadores, por la pérfida necesidad de protagonismo y
desde luego por no renovar los cuadros directivos gremiales.
El centro de
la discusión en la ganadería debe ser la productividad y en eso debemos todos
centrarnos.
La falta de
políticas de estado para el agro, nuestro impredecible clima, las
frustraciones, los aumentos de costos no programados, como son los prediales,
la luz, los insumos, la falta de mano de obra, la necesidad de algunos de comprar
a crédito materias primas con una tarjeta con intereses exagerados, pero que la
necesitan para pagar sus urgencias. Todo atenta para que no podamos tener la
productividad de otras latitudes.
Para llegar donde
debemos, es necesario definir la rentabilidad por hectárea, por piso térmico, por
clima, precipitaciones, luminosidad, infraestructura representada en carreteras,
energía y distritos de riego, adicionando la disponibilidad de mano de obra, y una
condición fundamental: la seguridad de la zona donde está cada finca.
Durante el siglo XX se intentaron tres reformas
(aunque también hablan de 8): Ley 200 de 1936, la Ley 135 de 1961 y la Ley 60 de 1994. Todas ellas han tenido difusión en el papel y
no en el campo; la razón para que no salieran adelante, fue principalmente por
no tener claro que el meollo del asunto es la productividad que debe generar
cada parcela, tampoco se entrenaron aquellos que debían trabajar la tierra, los
créditos que se dieron no se les hizo seguimiento y para completar el panorama
olvidamos crear centros de acopio que pudieran pagar el producto, preservarlo y
llevarlo a los centros de consumo.
En Demogan, no nos oponemos a
democratizar la posesión de la tierra, siempre y cuando este reglada por los
principios de la propiedad.
Democracia y Expropiación no son
palabras que se conjugan, son antagónicas, la primera sana el campo, la segunda
lo enferma. Quienes creemos en la democracia, no insultamos, ni amenazamos, en
cambio cultivamos el desacuerdo en nuestro diario vivir y aceptamos el debate sin
recurrir al ultraje.
En la ganadería existen ejemplos
productivos donde se combinan todas las maneras de generar ingresos, trabajo
bien remunerado y cuidado del medio ambiente. Hemos visitado fincas donde
combinan árboles frutales sembrando pasto de corte en los callejones, produciendo
leche, engordando machos y abonando parte de la finca con los residuos del área
de ordeño.
Los suplementos son necesarios y
rentables en ganaderías de alta producción lechera, no así en lecherías no
especializadas, por eso estamos trabajando en un modelo para entregarle a
nuestras vacas entre 90 kilos y 130 kilos diarios de pasto en el trópico bajo, estabilizando
la producción de leche entre 8 y 12 litros, además de levantar machos y hembras
que sustituyan las madres, con mejoramiento genético continuo.
Promover una pulverizadora es parte de
nuestra propuesta, permitiendo que los productores sean socios junto con los
industriales. Esto haría que nuestro país empiece a ser una potencia regional
láctea.
Acertar en nuestro negocio, es un
logro que se obtiene a partir de la presencia continua de cada ganadero en su
finca.